Cuando observamos las cacerolas que se usan en la calle para asar castañas nos sorprende el humo blanco que se extiende a muchos metros del origen, creyendo que es vapor de agua junto con el humo cuál chimenea de una fábrica. Nada más lejos de la realidad, y es que las castañeras adicionan sal de cocina de tiempo en tiempo en la zona baja donde se quema el carbón; su objetivo es obtener castañas atractivas para la venta, blancas en vez de negruscas.
Las altas temperaturas en esos hornos rudimentarios, superiores a los 1500C en su parte central, son suficiente para fundir y volatilizar las sales iónicas, generando micropartículas blancas de cloruro sodio y/o magnesio que vuelan en el aire, ofreciendo un panorama tipo niebla que realmente corresponde a un aerosol sólido (suspensión de finísimos granos de estas sales en el aire). En cambio un aerosol líquido sería una suspensión estable de gotitas, como ejemplo tenemos las nieblas o neblinas cuando hay zonas frias cerca de la superficie terrestre.
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